Politizar consiste en dar contenido o carácter político a aquello que, a priori, no tiene dicho carácter, ya sean cosas, acciones o ideas. También es inculcar a la personas el sentido de la política o lograr que alguien se comprometa en cuestiones que se consideran políticas. Politizar algo en cualquier sentido (haciendo de lo personal algo político o de lo político algo personal) siempre conlleva cambios en las relaciones que tenemos con nuestro mundo-entorno, bien en un sentido circular, en un sentido radial o en un sentido angular. Los mecanismos para politizar a las personas han sido variados en la historia, pasando por el primero de todos, la conformación de la vida política como tal. Una vez constituida esta, su curso ha experimentado diversas formas de politización, mediante la imposición violenta de ideas y de políticas a grupos humanos diversos, tanto dentro como fuera de las fronteras de una sociedad política, mediante la diplomacia y la negociación con otras sociedades políticas, etc.

Politizar, además, suele ser asociado a adoctrinar aunque no son necesariamente lo mismo. Adoctrinar puede ser entendido como el hecho de instruir a alguien sobre cómo ha de obrar o comportarse, pero no necesariamente ello conlleva politizarle. También puede ser definido como enseñar los principios de una doctrina o creencia determinada, con la finalidad de ganar partidarios a la misma. La doctrina puede ser política, económica, religiosa, filosófica o artística; todas ellas son producto de la vida política, y todas ellas son, a su vez, ideologías o cosmovisiones propias de un grupo determinado de personas que se enfrentan a otras cosmovisiones de otros grupos. Según el marxismo, las ideologías forman parte de la superestructura de los Estados, y están a su vez determinadas por, y se conjugan con, la base técnica, tecnológica y científica de ese mismo Estado, que no es sino la estructura de la economía de una sociedad política o más simplemente, la forma en que se producen los medios fundamentales para la estabilidad y la recurrencia de toda sociedad política. Ahora bien, cuando esa ideología o cosmovisión es la hegemónica en una sociedad o sociedades políticas concretas en un sentido epocal, histórico de largo alcance (una Weltanschauung en alemán), la ideología o grupo de ideologías se convierten en dominantes de esa época. Frente a esta ideología dominante compiten otras ideologías que buscan ocupar su lugar, y tratan así de cerrar una época histórica con ello. Marx asociaba esta cosmovisión dominante a la clase o clases sociales hegemónicas en las capas y ramas del poder del Estado. De ahí su famosa frase: «La ideología dominante es la ideología de la clase dominante». De esta manera, la clase dominante es la que dispone de mayores medios y recursos políticos para realizar procesos de politización o adoctrinamiento.El término ideología fue formulado, por primera vez, por el político y filósofo francés Antoine-Louis-Claude Destutt de Tracy (1754-1836), en su obra de 1796 Memoria sobre la facultad de pensar, donde la definió como: «Ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que expresan». Esta definición, que podría asemejarse a doctrina, Marx la asoció a su idea de producción cuando entretejió la superestructura ideológica con la base material de la producción de la vida política (económica, técnica, tecnológico-científica). Así lo afirma en su Contribución a la crítica de la economía política (1859):

[…] en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino que, por el contrario, el ser social es lo que determina la conciencia.

Karl Marx, Contribución a la crítica de la economía política (1859)

Es decir, no se puede politizar ni adoctrinar a ningún grupo humano abstrayendo las posibilidades de dicha politización del modo de producción en que se producen, también, las ideologías. Así, solo tendría éxito un proceso de politización que tenga en cuenta las bases materiales propias de la sociedad política en que quiera implantarse. Por ello es anacrónico adoctrinar a las personas en ideologías periclitadas por el progreso técnico, económico y científico, aun cuando haya ideologías de largo recorrido histórico con capacidad de adaptación mayor a distintos modos de producción (por ejemplo, las religiones, que no dejan tampoco de ser ideologías).Ahora bien, el término politización o adoctrinamiento tiene connotaciones peyorativas en muchos casos, pero no necesariamente es así. Lo que ocurre es que lo bueno o lo malo de todo adoctrinamiento político no se resuelve en una cuestión ética y moral, ámbitos en los que el bien y el mal pueden ser definidos de manera extrapolítica, aunque la acción política tenga en cuenta dichos ámbitos también para desarrollar sus planes y programas. Si como ya dijimos, la verdad de toda acción política se verifica por sus resultados, el bien y el mal de toda acción política se verificarán también, en base a la causalidad que determina el fin logrado, al partir de los medios empleados (esto vale también para la politización o adoctrinamiento). La politización de las personas no es buena ni mala per sé, depende de los fundamentos de la ideología y de los medios con que se realiza dicha doctrina (y los fundamentos son también medios). Además, estos fundamentos y medios determinarán el fin que logra dicha politización. En dicha causalidad, la desviación de una trayectoria inicial por parte de una ideología solo se entenderá como mala si es posible determinar que su posición antes de la desviación era buena. La desviación hacia el mal desde el bien, o hacia el bien desde el mal, puede ser extrínseca (desde fuera de la ideología), estructural o intrínseca (desde dentro de la ideología), o genética. Las implicaciones antropológicas y políticas de estas desviaciones llenan la historia de la vida política de multitud de procesos ideológicos curiosos que solo a posteriori, cuando el radio de acción de una ideología ha cesado, es posible valorar su acción politizadora, y por tanto su acción política. No obstante, el radio de acción de dichas ideologías suele ser mayor o menor dependiendo del tiempo histórico que abarque, y ocurre a menudo que politólogos, sociólogos, filósofos e historiadores valoran ideologías y la acción politizadora que llevan a cabo cuando aún siguen actuando estas ideologías. Aunque también puede ocurrir que, a priori, estas ideologías hayan fenecido, pero acaben siendo resucitadas porque su acción politizadora sigue generando consecuencias en el aquí y ahora.

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Imagen destacada: Foto de Nico Becker

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