Siempre quiso ser perfecta…

Ella, que no alcanzaba ni el 1,70 m y superaba con creces el 90-60-90. Que su marrón de ojos era de lo más común. Y su sonrisa de lo más inusual, por desalineada.

Pero con el tiempo se dio cuenta de que entre sus medidas ‘imperfectas’ había mucho de atrayente. Que el brillo de su mirada era tal que sus ojos no pasaban inadvertidos para nadie. Y que lo importante de su sonrisa era precisamente su sonrisa. Eterna, infinita.

Siempre quiso ser perfecta…

Ella, que era caprichosa, envidiosa, extremadamente sensible, habladora, mandona…

Pero supo reconocer sus errores. Y darles la vuelta. Sus caprichos y envidias se convirtieron en sus metas por las que luchar, trabajar y perseverar. Su sensibilidad extrema la hizo sufrir, mucho; tanto como amar, disfrutar y, en definitiva, vivir con pasión. Aprendió a combinar sus palabras con la escucha. Y a transformar el mando en liderazgo.

Siempre quiso ser perfecta…

Ella, que se sintió sola estando rodeada de gente. Demasiadas veces. Que le dio importancia a personas que restan y descuidó a otras que suman. Que fue autocrítica, rozando lo dañino.

Pero ahora prima la calidad a la cantidad. Deja marchar a algunos. Pide perdón a otros. Admite que sea demasiado tarde como para que acepten sus disculpas. Así que lo único que puede hacer es tratar de no volver a cometer ese error. Y ha empezado a quererse. Con sus virtudes, que las tiene. Y sus innumerables defectos, que a veces logra corregir y a veces no.

Siempre quiso ser perfecta…

Y finalmente, consiguió algo aún mejor: ser perfectamente imperfecta.

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Imagen destacada: Foto de Ismael Sanchez

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